El mundo está poblado de cosas para poblar el mundo

El mundo es un laberinto lleno, saturado, diverso, apasionado
Voltees a donde voltees, hay cosas. Plantas, ropa, tazas, zapatos, autos, edificios, letreros, jarrones… etc. Si hay una tarea imposible es la de hacer el inventario del mundo. Ningún dios, me temo, podría calcular el número de cosas que hemos puesto en la tierra, debajo de ella, en el aire, en el espacio, en nuestro cuerpo… En todos lados!

Una vez, aquello que llamaban horror vacui, inspiró el nacimiento del barroco, ese estilo caracterizado por la ausencia de blancos, lisos, vacíos: la misión era clara, había que llenarlo todo.

Seguimos siendo barrocos, ya cada vez hay más, y cada día somos más, y cada día respiramos menos. El mundo se está achicando, lo estamos achicando.

Por eso el back to basics que comenzó a finales del siglo XX, que ahora ha tomado tantas formas, que se ha deformado.

Al final del día, qué tenemos?
Un mundo inundando. Un breve espacio, aquí, entre nos.

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Viajar con una taza de café

Hoy veo un nuevo viajero: el que lleva consigo una taza de café

Los viajeros han llevado la gastronomía de un lado a otro, de una cultura a otra, han creado los sabores del mundo. ¿Qué sería de la gastronomía italiana sin los viajes de Marco Polo? ¿Se habría tropezado Cristóbal Colón con América de no haber sido por el comercio de las especias entre el Lejano Oriente y las Cortes Europeas? Hasta hace cien años, los viajeros no eran turistas, eran comerciantes, migrantes, exploradores, científicos, misioneros. No viajaban por el placer de viajar y descansar; viajaban porque su vida, su vocación, su profesión, los llevaba de un lado a otro, y accidentalmente conocían el mundo.

Hoy las cosas han cambiado un poco: se viaja por placer o por negocios. El turista que viaja por placer “quiere ver el mundo”, ése que ha conocido en ventanas virtuales, en revistas, en internet, en la televisión; el viajero de negocios “apenas ve el mundo”, aterriza en Amsterdam, cierra un negocio, firma contrato y va de vuelta al aeropuerto. Hoy los viajeros –de negocios, de placer- no construyen mundo, no amplían la cultura, no renuevan las gastronomías, son consumidores nómadas, consumidores de servicios. Este perfil de turista ha transformado también la cultura de la hospitalidad: servicios para llevar, bed and breakfast, comida rápida, común, fácil, transportación ágil, contactos breves que garanticen la venta al turista despreocupado.

Ha nacido, entre otras, una tendencia: el turismo gastronómico. No es sólo viajar para comer, es viajar para conocer una cultura, sus raíces a través de sus sabores. Y así, hay viajeros que van cazando festivales, buscando estrellas en los restaurantes, siguiendo personalidades –el chef-, conquistando nuevos territorios, nuevos menús. No enriquecen la cultura que visitan, pero sí que dejan una buena derrama económica. No aportan sabores, ingredientes, técnicas, tradiciones: se nutren de ellas. Pero pagan la cuenta, el menú de autor, la botella de vino de noble etiqueta, son bienvenidos. Lejos de ser como ese viajero típicamente chiapaneco, con una caja de cartón amarrada con mecate, llena de camarón, queso, tamalitos, totopos, chorizo, café y curtidos. Ese viajero tan denostado, tan típicamente chiapaneco, es mensajero de cultura: mantiene sus raíces allá a donde va, las comparte, transmite sabores, abre Chiapas a los paladares del mundo.

Hoy veo un nuevo viajero: el que lleva consigo una taza de café, va consigo con una cafetera portátil, una moka, cafetera italiana, o con su prensa francesa. Cada día más hay personas que llevan su cultura consigo: no a la chiapaneca, con caja de cartón y mercado bajo el brazo, pero sí con un pedacito de gastronomía en la mochila, en la maleta. Viajeros que llevan consigo su vino, su sal, su azúcar, sus especias, su cafetera, matera o tetera. Son viajeros que de una manera modesta comparten con los demás sus pequeños (y culposos) placeres. Llevan una pedacito de identidad, para sí mismos, para los demás. Preparan sus viandas, disfrutan sus tradiciones, y cuando es posible, las comparten, enseñan, difunden: cómo preparar un buen café, cómo hacer un té, cómo condimentar una salsa, un curry, qué te va a caer bien, qué te va a despertar o relajar, a qué hora, si es mejor como aperitivo o digestivo. Son cocineros, gastrósofos, aficionados apasionados que viajan haciendo cultura y consumiendo localmente. ¿Dónde queda el mercado? ¿Qué café me recomiendas comprar? ¿Dónde hacen chocolate artesanal por este rumbo?

Todos somos viajeros y todos somos gastrónomos en potencia, los chiapanecos aún más: vamos de un lado a otro, llenamos pueblos y ciudades, tenemos recetas secretas, de familia, sazones únicos, pequeños detalles que nos convierten en cocineros de antología. Es posible que el café sea el producto gastronómico que más fama da a Chiapas en México… y en el mundo: ¡el café ha hecho viajar a Chiapas!. Pero, me temo que quizá no seamos tan buenos para tomar café como somos para producirlo –y en eso, aún tenemos mucho que aprender y mejorar-. Todo chiapaneco es un viajero gastronómico, un embajador de la cocina, debiera ser también un catador andante, un barista al momento de preparar una taza. Nos hace falta un viaje a nuestra propia tierra, viajar por nuestro Chiapas de café, paladearnos y aprender de cada rinconcito.

Viajar con la taza de café en mano es nuevo placer: el de descubrir, compartir y disfrutar pequeños placeres lícitos que hacen que la vida, sea más sabrosa.

Honra tu palabra

Sin palabra no hay trato

Es muy curioso: creíamos que hacer negocio les haría cumplir su palabra… pero era al revés (aprendimos): cumplir su palabra era la base para hacer negocio.

Me atrevo a decir que, en los negocios, la mayoría de las veces nos sentimos comprometidos cuando
hay negocio (seamos claros, utilidad) de por medio: cumpliré porque ganaré. La palabra se cumple en función de un objetivo de lucro. Y además por una ambición futura, porque se desea hacer más negocio (tener más utilidad) una y otra vez: si ofrezco y cumplo tengo mejor posibilidad de volver a vender.

Los productores (nuestros sabios y esmerados micro productores de café) nos ponen a temblar en ocasiones, porque cuestionan -sin proponérselo, sin ese ánimo- y ponen en crisis nuestras formas ordinarias y habituales de hacer negocio. Para ellos, el negocio no es la base que solicita o posibilita el cumplimiento de la palabra. Para ellos, el cumplimiento de la palabra -antes de cualquier pago o intercambio- es la que da pie a hacer negocio. Convenir es habitual, para todo hacemos convenios, para todo hablamos y firmamos, aunque se haga o no negocio a partir de lo convenido. Trabajar así ha sido la mejor relación de trabajo que he tenido en mi vida.

¡Cómo les agradezco que me recuerden, enseñen, pongan en crisis y me alienten a entender el mundo de otra manera! Aprecio que recordar esta forma de vivir y trabajar es un aliento, un ánimo, cuando no siempre estamos rodeados de ese sentido humano, cuando la conveniencia o el interés desmedido nos rodean.

«Honra tu palabra», hoy, es más necesario que nunca.

JSV

Jesús Salazar (Carajillo Café), Antonio López (Pantelhó)

Nuestro café, nuestro sabor, nuestra historia

Debes saber algo: seremos honestos contigo.

Nuestro café. En realidad, debemos hablar en plural: nuestros cafés. Cada uno de ellos proviene de un pedacito de paraíso chiapaneco, de una familia, de personas que disfrutan lo que hacen. Tantos cuidados dan fruto: sabores especiales. Muchos inimaginables y sorprendentes detalles hacen de nuestros cafés algo especial. Desde el origen, nuestros cafés definen nuestra filosofía, nuestros valores, nuestro tesoro: artesanal, personal, especial.

Nuestro sabor: no lo encontrarás en otro lugar. Es único. Esperamos que lo disfrutes. Tú podrás decidir, calificarlo. De nuestra parte contarás siempre con una promesa: vamos a cuidarlo. Y te ofreceremos muchas opciones para que en tu día, tu mañana, la tarde o la noche, solo, en compañía, puedas disfrutarlo. Bebidas clásicas, artesanales, preparadas en tu mesa, coctelería. Honramos la tradición, proponemos la renovación.

Nuestra historia: es, como toda historia, de amor y oscuridad. Como tú, como cada uno de nosotros, estamos llenos de vida, llenos de contrastes. Queremos darte los mejor de nosotros, lo mejor de nuestro café. No es sencillo, no es imposible, seamos honestos.

Que disfrutes.

JSV

Mezcla de la Casa, San Pedro Cotzilnam. Una leyenda.